En
el Antiguo Teatro Circo ocurrió que se recibió en cabina una
película cuya copia estaba algo deteriorada y sin colas de
identificación. Con el tiempo justo (y las prisas no son buenas
consejeras), ocurrió que al proyectarse la supuesta segunda parte de
la cinta uno de los protagonistas fallece y se ven escenas de un gran
sentimiento por parte de sus compañeros. Cuál fue la sorpresa
cuando, al iniciare la que por lógica debería ser el rollo
siguiente, aparece dicho personaje en un bar tomándose alegremente
algunas cervezas. Una vez subsanados dichos errores, en el descanso
bajó el jefe de cabina, Juan Fernández González, y le preguntó al
portero: “¿Se ha quejado algún espectador?”, a lo que
respondió: “No. Solamente un señor ha dicho que la película es
muy buena, pero que no ha terminado de comprenderla. Que volvería al
día siguiente.”
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