martes, 20 de mayo de 2014

UN MONTAJE ACCIDENTADO


En el Antiguo Teatro Circo ocurrió que se recibió en cabina una película cuya copia estaba algo deteriorada y sin colas de identificación. Con el tiempo justo (y las prisas no son buenas consejeras), ocurrió que al proyectarse la supuesta segunda parte de la cinta uno de los protagonistas fallece y se ven escenas de un gran sentimiento por parte de sus compañeros. Cuál fue la sorpresa cuando, al iniciare la que por lógica debería ser el rollo siguiente, aparece dicho personaje en un bar tomándose alegremente algunas cervezas. Una vez subsanados dichos errores, en el descanso bajó el jefe de cabina, Juan Fernández González, y le preguntó al portero: “¿Se ha quejado algún espectador?”, a lo que respondió: “No. Solamente un señor ha dicho que la película es muy buena, pero que no ha terminado de comprenderla. Que volvería al día siguiente.”

martes, 13 de mayo de 2014

TRAMOYISTAS PRECIPITADOS



Como curiosidad, ocurrió que en el libreto del “Adiós Teatro Circo” estaba indicado que al finalizar la representación de “La Parranda” saldrían a escena los tramoyistas y dejarían totalmente desnudo el escenario; pues bien, esto se hizo, mas no precisamente al finalizar, sino por error, en el entreacto, viéndose obligados a montar de nuevo y con toda rapidez el decorado para que pudiese continuar la función. Por este motivo, el público pudo admirar la habilitad del personal técnico del teatro.
 
Alfonso Santos

miércoles, 7 de mayo de 2014

DON ERRE QUE ERRE


En cierta ocasión, el archifamoso concertista de piano Arthur Rubinstein fue contratado para dar un concierto en el Antiguo Teatro Circo. El alcalde de la ciudad estaba en uno de los palcos del proscenio, muy atento al desarrollo del concierto, aunque la música clásica no era su fuerte.


Al terminar una pieza de Chopin, el alcalde se dirigió al pianista diciéndole:

  • Maestro, toque “Las Golondrinas”

Rubinstein le dirigió una sonrisa y, naturalmente, siguió tocando temas de Chopin. Más tarde, durante el entreacto, el alcalde subió a saludar a Rubinstein, y éste le dijo:

  • Perdone señor alcalde, no he tocado la obra que me pidió porque “Las Golondrinas” es una obra para orquesta, no para piano.

El alcalde le puso la mano en el hombro con condescendencia y le sentenció:

  • No faltaba más, ya la aprenderá usted.

 
 
Alfonso Santos