En
el Antiguo Teatro Circo ocurrió que se recibió en cabina una
película cuya copia estaba algo deteriorada y sin colas de
identificación. Con el tiempo justo (y las prisas no son buenas
consejeras), ocurrió que al proyectarse la supuesta segunda parte de
la cinta uno de los protagonistas fallece y se ven escenas de un gran
sentimiento por parte de sus compañeros. Cuál fue la sorpresa
cuando, al iniciare la que por lógica debería ser el rollo
siguiente, aparece dicho personaje en un bar tomándose alegremente
algunas cervezas. Una vez subsanados dichos errores, en el descanso
bajó el jefe de cabina, Juan Fernández González, y le preguntó al
portero: “¿Se ha quejado algún espectador?”, a lo que
respondió: “No. Solamente un señor ha dicho que la película es
muy buena, pero que no ha terminado de comprenderla. Que volvería al
día siguiente.”
martes, 20 de mayo de 2014
martes, 13 de mayo de 2014
TRAMOYISTAS PRECIPITADOS
Como curiosidad, ocurrió que en el libreto del “Adiós Teatro Circo” estaba indicado que al finalizar la representación de “La Parranda” saldrían a escena los tramoyistas y dejarían totalmente desnudo el escenario; pues bien, esto se hizo, mas no precisamente al finalizar, sino por error, en el entreacto, viéndose obligados a montar de nuevo y con toda rapidez el decorado para que pudiese continuar la función. Por este motivo, el público pudo admirar la habilitad del personal técnico del teatro.
Alfonso Santos
miércoles, 7 de mayo de 2014
DON ERRE QUE ERRE
En
cierta ocasión, el archifamoso concertista de piano Arthur
Rubinstein fue contratado para dar un concierto en el Antiguo Teatro
Circo. El alcalde de la ciudad estaba en uno de los palcos del
proscenio, muy atento al desarrollo del concierto, aunque la música
clásica no era su fuerte.
Al terminar una pieza de Chopin, el alcalde se dirigió al pianista diciéndole:
- Maestro, toque “Las Golondrinas”
Rubinstein
le dirigió una sonrisa y, naturalmente, siguió tocando temas de
Chopin. Más tarde, durante el entreacto, el alcalde subió a saludar
a Rubinstein, y éste le dijo:
- Perdone señor alcalde, no he tocado la obra que me pidió porque “Las Golondrinas” es una obra para orquesta, no para piano.
El
alcalde le puso la mano en el hombro con condescendencia y le
sentenció:
- No faltaba más, ya la aprenderá usted.
Alfonso Santos
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