Una noche
estaba actuando en el Teatro Circo la compañía de Antonio Casal y
Ángel de Andrés y entre el público empezó a murmurarse que
Antonio venía un poco bebido. En un momento de la representación,
el guión exigía que Casal se acostase en un diván colocado en
escena. Se acostó y… ¡se quedó dormido!. Se organizó entonces
en el teatro un pateo descomunal y fue preciso interrumpir la
representación. Un rato después, Antonio Casal se recuperó de su
indisposición y, puesto de rodillas en el escenario, pidió perdón
con lágrimas en los ojos. Al día siguiente volvió a interpretar la
obra, cuyos beneficios dejó íntegros para la Casa de la
Misericordia.
Anécdota de Alfonso Santos
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